lunes, 9 de diciembre de 2013

CIRROSIS HEPÁTICA

¿QUÉ ES?

La cirrosis hepática es la consecuencia final de muchas enfermedades hepáticas crónicas que lleva a la pérdida de la arquitectura normal del hígado y una disminución progresiva de sus funciones.

Cualquier enfermedad que produzca una inflamación crónica del hígado puede, en el curso de años, llegar a producir cirrosis. La cirrosis se define por las alteraciones estructurales que aparecen en el hígado. Las fundamentales son tres:

Necrosis hepatocelular.
Fibrosis.
Nódulos de regeneración.

Necrosis significa muerte o destrucción de las células del hígado. En los pacientes que llegarán a desarrollar cirrosis esta muerte celular se produce de modo continuo, como consecuencia del daño hepático que produce la causa de la enfermedad. Las células muertas son, durante mucho tiempo, sustituidas por otras nuevas, hecho denominado regeneración.
La fibrosis es la consecuencia del proceso de cicatrización que producen las lesiones inflamatorias que ocurren en el hígado, de manera que con el paso de los años el hígado se convierte en un órgano con gran cantidad de tejido cicatricial que altera por completo su estructura.

Como consecuencia, las células nuevas, generadas para sustituir a las desaparecidas, no pueden colocarse en el lugar adecuado y se sitúan donde les permite la trama de cicatrices que surca el hígado. Por este motivo se habla de nódulos de regeneración, por encontrarse grupos de células hepáticas rodeados de fibras colágenas (de cicatriz) formando nódulos.
Además, esta trama fibrosa produce un segundo efecto que es cerrar y endurecer los pequeños vasos hepáticos (sinusoides) por los que circula la sangre a través del hígado. Este hecho va a tener una consecuencia muy importante: aumentar la dificultad (resistencia) para que la sangre que entra en el hígado por la vena porta circule a través del órgano. Esta dificultad genera un aumento de presión en todo el sistema venoso que aporta sangre al hígado (el sistema portal) y a este hecho, capital en las complicaciones de la cirrosis, se le denomina hipertensión portal.

Por otra parte, la capacidad de regeneración hepática no es infinita, de manera que llega un momento en que empieza a disminuir la cantidad total de células hepáticas, y el hígado es progresivamente más incapaz de cumplir adecuadamente sus múltiples funciones. Por lo tanto, al final, todas las manifestaciones clínicas de la cirrosis son la consecuencia de dos hechos fundamentales: la insuficiencia hepatocelular y la hipertensión portal.

Epidemiológicamente es una enfermedad importante que está incluida entre las 10 principales causas de muerte en los países occidentales.







¿CUÁLES SON SUS SÍNTOMAS?

Los síntomas dependen de la gravedad del daño hepático. Cuanto más insuficiencia hepática y más hipertensión portal existan más intensos son los síntomas del paciente. En las fases iniciales los pacientes pueden estar asintomáticos y llevar una vida normal no siendo, por tanto, conscientes de su enfermedad. De hecho, en algunos casos la enfermedad se descubre de modo casual durante una revisión general de salud o al consultar por otra enfermedad no relacionada. Más adelante, el paciente se encuentra cansado, le falta energía, pierde el apetito, puede tener molestias digestivas y perder peso y masa muscular. Cuando la enfermedad está avanzada, el paciente se encuentra siempre enfermo, no puede llevar vida normal y aparecen, entre otros los siguientes síntomas principales:

·         Ictericia, que es una coloración amarillenta de la piel debida a la incapacidad del hígado de eliminar la bilirrubina de la sangre.




·         Cambios en la piel: Aparición de dilataciones vasculares sobre todo en las mejillas, tronco y brazos, que según su forma se llaman telangiectasias o arañas vasculares. Además, puede aparecer enrojecimiento de las palmas de las manos y los pulpejos de los dedos y las uñas cambian su color rosado por otro más blanquecino.

·         Retención de sal y agua, que se manifiesta por un cúmulo de líquido en las extremidades inferiores (edemas) y en el abdomen (ascitis), que se distiende.




·         Facilidad para el sangrado: El hígado fabrica muchas de las sustancias que permiten la coagulación de la sangre. Al fallar el hígado es frecuente el sangrado por las encías, por la nariz y la aparición de hematomas con golpes suaves. Además, debido a la hipertensión portal el bazo secuestra plaquetas, que son células de la sangre muy importantes para la coagulación, lo que también facilita el sangrado. Algunos pacientes presentan hemorragias internas graves, sobre todo en el aparato digestivo, debido a la rotura de varices (venas dilatadas, que se forman como consecuencia de la hipertensión portal) en el esófago o el estómago. Estas hemorragias son graves, pueden ser mortales y requieren ingreso en un hospital para su tratamiento.

·         Cambios en la conducta y en el nivel de consciencia: El hígado se encarga de retirar de la sangre sustancias tóxicas para el cerebro. Cuando el hígado fracasa, estas sustancias producen una intoxicación cerebral que se manifiesta por insomnio nocturno, somnolencia diurna, cambios en la conducta y en el humor y finalmente, desorientación y progresiva disminución del nivel de consciencia que puede llegar al coma. Esta complicación es grave y requiere ingreso hospitalario.

·         Cambios en la función sexual: Debido a cambios hormonales y a la desnutrición, es frecuente la pérdida del deseo y la potencia sexual en los varones y de la menstruación y de la fertilidad en las mujeres aún en edad de procreación. Además, en los varones estos cambios hormonales pueden producir aumento del tamaño de las mamas (ginecomastia), que a veces son dolorosas.

·         Desnutrición: El hígado es muy importante en la absorción y aprovechamiento de los nutrientes que ingerimos. Por ello, en fases avanzadas, los cirróticos se hallan desnutridos y pierden mucha masa y fuerza muscular.

·         Otras complicaciones: la cirrosis es el factor de riesgo más importante para la aparición de cáncer de hígado y esta es una complicación muy grave que aparece en algunos pacientes cirróticos.



¿CUÁLES SON SUS CAUSAS?

Hay muchas causas de cirrosis. Las principales en nuestro medio son dos: el consumo excesivo de alcohol (cirrosis etílica o alcohólica) y la hepatitis crónica por virus C (cirrosis por virus C), que son responsables del 80 por ciento de los casos de cirrosis en España. 

Además, se puede producir cirrosis por hepatitis crónica por virus B, por infección crónica mixta por virus B y virus D, por enfermedades, denominadas colestásicas crónicas (que afectan a la producción o a la salida de la bilis del hígado, tales como la cirrosis biliar primaria o la colangitis esclerosante) y por enfermedades metabólicas congénitas del hígado que se manifiestan en la vida adulta, como la hemocromatosis primaria (sobrecarga hepática de hierro -bastante frecuente-), la enfermedad de Wilson (sobrecarga hepática de cobre -muy rara-) y el déficit de alfa-1-antitripsina (también bastante rara).

Otras causas poco comunes de cirrosis son la hepatitis autoinmune, en la que se produce una agresión al hígado por parte de nuestro propio sistema defensivo, y la toxicidad hepática por algunos fármacos. Existen otras causas mucho más raras y algunas específicas de la infancia que producen cirrosis precoz en niños o adolescentes.
Todas las enfermedades citadas necesitan años de evolución para llegar a producir cirrosis. Además, en muchos casos, el consumo excesivo de alcohol o la hepatitis crónica por virus C no llegan a producir cirrosis y el paciente fallece por un motivo independiente de la enfermedad hepática.


                                        


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