martes, 3 de diciembre de 2013

Insuficiencia Renal Crónica y Terminal

INSUFICIENCIA RENAL CRÓNICA Y TERMINAL

Cuando se deterioran todas las funciones renales (tanto glomerulares como tubulares) y existe una pérdida progresiva e irreversible del número de nefronas funcionales, estamos hablando de una insuficiencia renal crónica.

La insuficiencia renal crónica carece de expresión clínica hasta que la pérdida de nefronas funcionales supera el 70% de las nefronas totales. En esta enfermedad hay un daño permanente en los riñones, pero estos aún trabajan para sobrevivir.

Cuando esta situación se complica hasta el nivel en que los riñones dejan de funcionar para poder llevar una vida normal hablamos de la insuficiencia renal terminal.

Las causas más comunes de esta enfermedad son la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, y en general, todas aquellas situaciones en las que existe isquemia renal, con su correspondiente repercusión celular. Determinadas glomerulonefritis y los quistes renales congénitos, también son causa de la insuficiencia renal crónica y terminal.

En la insuficiencia renal crónica, las pocas nefronas que quedan intactas adquieren una serie de cambios adaptativos capaces de compensar la anulación funcional de las nefronas perdidas. Así, las nefronas conservadas aumentan de volumen por hipertrófia de los glomérulos, y aumentan la longitud y el volumen de los túbulos.

Una insuficiencia renal crónica va progresando y agravándose cuando se van lesionando progresivamente las nefronas intactas, y aumentan las nefronas no funcionales. Las lesiones derivadas de esto son la esclerosis renal (glomeruloesclerosis y fibrosis intersticial y atrofia tubular).

Cuando estas lesiones se agravan tanto que los riñones dejan de funcionar suficientemente para sobrevivir, se trata de una insuficiencia renal en etapa terminal. Hay otras causas de la insuficiencia renal terminal aparte de la enfermedad crónica de los riñones, como puede ser una herida o trauma en los riñones o una pérdida abundante de sangre. Si ocurre esta situación, se necesitará diálisis o un transplante para sobrevivir.

Las manifestaciones de estas enfermedades son: palidez (debido a anemia), hiperpigmentación (debido a la retención de urocromos o pigmento amarillo de la orina), prurito (debido a la PTH o a calcificaciones cutáneas), alteración del contenido de la conciencia, fétor urémico (debido al NH3 de la urea), hipertensión arterial (debido a hipervolemia, SRAA o pericarditis), anorexia, náuseas y vómitos, petequias, esquimosis y sangrado de mucosas (debido a trombopatía), poliuria, nicturia y oliguria, osteodistrofia renal y polineuropatía.

CUIDADOS DE ENFERMERÍA PARA LA INSUFICIENCIA RENAL CRÓNICA Y TERMINAL

o   Ofrecer una dieta según los valores de la química sanguínea y el estado clínico del paciente. Para el paciente terminal, una dieta baja en grasa, en sal y en proteínas.

o   Obtener suficientes calorías si está bajando de peso, limitar los líquidos y limitar la sal, el potasio y los electrolitos.

o   Pesar al paciente diariamente para obtener un índice del equilibrio de líquidos.

o   Llevar un control estricto de líquidos administrados y eliminados.

o   Ajustar los requerimientos de sodio según sea necesario (no toleran restricciones intensas o una ingestión excesiva de sodio).

o   Observar el exceso de líquidos y evaluar el estado clínico del paciente: disnea, taquicardia, distensión de las venas del cuello, crepitaciones, edema periférico, edema pulmonar.

o   Vigilar la aparición de signos y síntomas de deshidratación o hipovolemia.

o   Vigilar reducción de peso, poca turgencia de la piel, resequedad de mucosas, taquicardia.

o   Tratar los trastornos cardíacos con diuréticos y antiarrítmicos para contrarrestar la insuficiencia cardíaca congestiva y mejorar la hemodinámica renal.

o   Administrar medicación prescrita y asegurar que cumple con la medicación.

o   Vigilar la presión arterial.

o   En general, conservar la homeostasia del paciente, alcanzar mejoría en el equilibrio de líquidos y electrolitos, vigilar nuevas complicaciones, aliviar el prurito y mantener la integridad de la piel del paciente.

o   Ayudar a la movilización del paciente, si es posible, promover el ejercicio la mayoría de los días de la semana.

o   En general, mejorar los hábitos del paciente como evitar el tabaco y el alcohol, y promover hábitos saludables.

o   Intervenir en las pruebas y examen correspondientes: control de la presión arterial, exámenes de orina, exámenes de sangre, examen físico.

o   Diálisis del paciente. Control y seguimiento de la fístula arteriovenosa, y en general, atención a los cuidados que este procedimiento comporta.

o   Administración de otros tratamientos como el calcio y la vitamina D, medicamentos especiales para ayudar a que los niveles de fósforo se vuelvan demasiado altos, o tratamiento para la anemia (hierro extra en la alimentación, comprimidos de hierro, inyecciones de eritropoyetina y transfusiones de sangre).

o   Mantener al día las vacunas del paciente.

o   Ofrecer apoyo emocional al paciente y a la familia de este, además de educar y ofrecer información sobre la enfermedad y sobre los cambios y procedimientos que esta conlleva. Apoyo en el duelo.

o   Alivio del dolor y otros síntomas. Alivio de los síntomas propios de estas enfermedades.




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