INSUFICIENCIA RENAL
CRÓNICA Y TERMINAL
Cuando
se deterioran todas las funciones renales (tanto glomerulares como tubulares) y
existe una pérdida progresiva e irreversible del número de nefronas
funcionales, estamos hablando de una insuficiencia renal crónica.
La
insuficiencia renal crónica carece de expresión clínica hasta que la pérdida de
nefronas funcionales supera el 70% de las nefronas totales. En esta enfermedad
hay un daño permanente en los riñones, pero estos aún trabajan para sobrevivir.
Cuando
esta situación se complica hasta el nivel en que los riñones dejan de funcionar
para poder llevar una vida normal hablamos de la insuficiencia renal terminal.
Las
causas más comunes de esta enfermedad son la diabetes mellitus y la
hipertensión arterial, y en general, todas aquellas situaciones en las que
existe isquemia renal, con su correspondiente repercusión celular. Determinadas
glomerulonefritis y los quistes renales congénitos, también son causa de la
insuficiencia renal crónica y terminal.
En
la insuficiencia renal crónica, las pocas nefronas que quedan intactas
adquieren una serie de cambios adaptativos capaces de compensar la anulación
funcional de las nefronas perdidas. Así, las nefronas conservadas aumentan de
volumen por hipertrófia de los glomérulos, y aumentan la longitud y el volumen
de los túbulos.
Una
insuficiencia renal crónica va progresando y agravándose cuando se van
lesionando progresivamente las nefronas intactas, y aumentan las nefronas no
funcionales. Las lesiones derivadas de esto son la esclerosis renal
(glomeruloesclerosis y fibrosis intersticial y atrofia tubular).
Cuando
estas lesiones se agravan tanto que los riñones dejan de funcionar
suficientemente para sobrevivir, se trata de una insuficiencia renal en etapa
terminal. Hay otras causas de la insuficiencia renal terminal aparte de la enfermedad
crónica de los riñones, como puede ser una herida o trauma en los riñones o una
pérdida abundante de sangre. Si ocurre esta situación, se necesitará diálisis o
un transplante para sobrevivir.
Las
manifestaciones de estas enfermedades son: palidez (debido a anemia),
hiperpigmentación (debido a la retención de urocromos o pigmento amarillo de la
orina), prurito (debido a la PTH o a calcificaciones cutáneas), alteración del
contenido de la conciencia, fétor urémico (debido al NH3 de la urea),
hipertensión arterial (debido a hipervolemia, SRAA o pericarditis), anorexia,
náuseas y vómitos, petequias, esquimosis y sangrado de mucosas (debido a
trombopatía), poliuria, nicturia y oliguria, osteodistrofia renal y
polineuropatía.
CUIDADOS DE ENFERMERÍA
PARA LA INSUFICIENCIA RENAL CRÓNICA Y TERMINAL
o
Ofrecer una dieta según los valores de la
química sanguínea y el estado clínico del paciente. Para el paciente terminal,
una dieta baja en grasa, en sal y en proteínas.
o
Obtener suficientes calorías si está bajando
de peso, limitar los líquidos y limitar la sal, el potasio y los electrolitos.
o
Pesar al paciente diariamente para obtener un
índice del equilibrio de líquidos.
o
Llevar un control estricto de líquidos
administrados y eliminados.
o
Ajustar los requerimientos de sodio según sea
necesario (no toleran restricciones intensas o una ingestión excesiva de
sodio).
o
Observar el exceso de líquidos y evaluar el
estado clínico del paciente: disnea, taquicardia, distensión de las venas del
cuello, crepitaciones, edema periférico, edema pulmonar.
o
Vigilar la aparición de signos y síntomas de
deshidratación o hipovolemia.
o
Vigilar reducción de peso, poca turgencia de
la piel, resequedad de mucosas, taquicardia.
o
Tratar los trastornos cardíacos con
diuréticos y antiarrítmicos para contrarrestar la insuficiencia cardíaca
congestiva y mejorar la hemodinámica renal.
o
Administrar medicación prescrita y asegurar
que cumple con la medicación.
o
Vigilar la presión arterial.
o
En general, conservar la homeostasia del
paciente, alcanzar mejoría en el equilibrio de líquidos y electrolitos, vigilar
nuevas complicaciones, aliviar el prurito y mantener la integridad de la piel
del paciente.
o
Ayudar a la movilización del paciente, si es
posible, promover el ejercicio la mayoría de los días de la semana.
o
En general, mejorar los hábitos del paciente
como evitar el tabaco y el alcohol, y promover hábitos saludables.
o
Intervenir en las pruebas y examen
correspondientes: control de la presión arterial, exámenes de orina, exámenes
de sangre, examen físico.
o
Diálisis del paciente. Control y seguimiento
de la fístula arteriovenosa, y en general, atención a los cuidados que este
procedimiento comporta.
o
Administración de otros tratamientos como el
calcio y la vitamina D, medicamentos especiales para ayudar a que los niveles
de fósforo se vuelvan demasiado altos, o tratamiento para la anemia (hierro
extra en la alimentación, comprimidos de hierro, inyecciones de eritropoyetina
y transfusiones de sangre).
o
Mantener al día las vacunas del paciente.
o
Ofrecer apoyo emocional al paciente y a la
familia de este, además de educar y ofrecer información sobre la enfermedad y
sobre los cambios y procedimientos que esta conlleva. Apoyo en el duelo.
o
Alivio del dolor y otros síntomas. Alivio de
los síntomas propios de estas enfermedades.
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